ÓRBITAS PLANETARIAS:
Durante casi dos mil años, desde Platón, se había tenido por seguro que las órbitas planetarias eran circulares, aunque sólo fuera porque el círculo era la curva más simple y, en consecuencia, la más elegante y estética. Ciertamente, el firmamento no necesitaba más.
Sin embargo, los movimientos planetarios no corroboraban la noción de órbitas circulares simples, y los griegos tuvieron que admitir que seguían combinaciones de círculos cada vez más complicados, según se tornaban más precisas las observaciones de los movimientos reales de los planetas a través del cielo.
Copérnico situó el Sol, y no la Tierra, en el centro del Universo, pero mantuvo las órbitas circulares, lo que significó la persistencia de las combinaciones complicadas, si bien no tanto como las requeridas por el sistema griego.
Tycho Brave había observado cuidadosamente la posición de Marte en el cielo noche tras noche, realizando mediciones más exactas que las efectuadas hasta el momento. Su ayudante en los últimos años era un astrónomo alemán, Johannes Kepler (1571-1630), y a la muerte de Tycho en 1601, Kepler trató de determinar una órbita que se ajustara mejor a los datos reunidos por aquel.
Kepler se enfrentó a una serie de temas que no tenían explicación satisfactoria, y finalmente se vió empujado a la alternativa, hasta entonces inconcebible, de considerar que las órbitas no eran circulares. Finalmente, halló la respuesta y en 1609 la publicó en un libro titulado "Astronomía Nova". En su texto sostenía que los planetas se mueven en torno al Sol en trayectorias elípticas (circunferencias achatadas cuyas propiedades geométricas explicó por vez primera el matemático griego Apolonio en el sigo I a.C.). El Sol estaba situado en uno de los dos focos de la elipse, y con esas órbitas no se precisaban combinaciones de curvas. La representación que al presente conocemos del Sistema Solar continúa siendo en esencia la que calculó Kepler (o sea, el Sol más su comitiva de planetas y otros cuerpos). En el futuro no se espera ningún cambio sustancial.
La órbita elíptica constituye la Primera Ley de Kepler del movimiento planetario. Adelantó asimismo una Segunda Ley en su libro, que daba cuenta de cómo la velocidad planetaria se alteraba con la distancia del Sol. Dado que el Sol se halla en uno de los focos de la elipse, el planeta estaba más cerca del él (y se movía más rápido) en una mitad de la elipse que en la otra.
Durante casi dos mil años, desde Platón, se había tenido por seguro que las órbitas planetarias eran circulares, aunque sólo fuera porque el círculo era la curva más simple y, en consecuencia, la más elegante y estética. Ciertamente, el firmamento no necesitaba más.
Sin embargo, los movimientos planetarios no corroboraban la noción de órbitas circulares simples, y los griegos tuvieron que admitir que seguían combinaciones de círculos cada vez más complicados, según se tornaban más precisas las observaciones de los movimientos reales de los planetas a través del cielo.
Copérnico situó el Sol, y no la Tierra, en el centro del Universo, pero mantuvo las órbitas circulares, lo que significó la persistencia de las combinaciones complicadas, si bien no tanto como las requeridas por el sistema griego.
Tycho Brave había observado cuidadosamente la posición de Marte en el cielo noche tras noche, realizando mediciones más exactas que las efectuadas hasta el momento. Su ayudante en los últimos años era un astrónomo alemán, Johannes Kepler (1571-1630), y a la muerte de Tycho en 1601, Kepler trató de determinar una órbita que se ajustara mejor a los datos reunidos por aquel.
Kepler se enfrentó a una serie de temas que no tenían explicación satisfactoria, y finalmente se vió empujado a la alternativa, hasta entonces inconcebible, de considerar que las órbitas no eran circulares. Finalmente, halló la respuesta y en 1609 la publicó en un libro titulado "Astronomía Nova". En su texto sostenía que los planetas se mueven en torno al Sol en trayectorias elípticas (circunferencias achatadas cuyas propiedades geométricas explicó por vez primera el matemático griego Apolonio en el sigo I a.C.). El Sol estaba situado en uno de los dos focos de la elipse, y con esas órbitas no se precisaban combinaciones de curvas. La representación que al presente conocemos del Sistema Solar continúa siendo en esencia la que calculó Kepler (o sea, el Sol más su comitiva de planetas y otros cuerpos). En el futuro no se espera ningún cambio sustancial.
La órbita elíptica constituye la Primera Ley de Kepler del movimiento planetario. Adelantó asimismo una Segunda Ley en su libro, que daba cuenta de cómo la velocidad planetaria se alteraba con la distancia del Sol. Dado que el Sol se halla en uno de los focos de la elipse, el planeta estaba más cerca del él (y se movía más rápido) en una mitad de la elipse que en la otra.
VÍA LÁCTEA:
La Vía Láctea es una tenue banda de luz nebulosa que rodea el firmamento. Se hicieron muchas especulaciones acerca de su naturaleza. Podía ser un puente utilizado por los dioses para viajar de la Tierra al Cielo o viceversa. Demócrito sugirió que la Vía Láctea era un conglomerado de numerosísimas estrellas que, individualmente, eran demasiado pálidas para ser vistas. Desde luego, se trataba de una mera suposición.
Sin embargo, en 1609 Galileo escuchó rumores acerca de la construcción de un telescopio en los Países Bajos el año anterior. Una vez se hubo enterado, no le costó mucho idear él mismo uno de esos instrumentos, y por primera vez lo enfocó al cielo.
Cuando miró hacía la Vía Láctea, observó que, en efecto, estaba compuesta por una miríada de pálidas estrellas, lo que demostraba que Demócrito estaba en lo cierto.
Pero hacía cualquier lugar que mirase, Galileo veía estrellas que sin el telescopio eran demasiado borrosas para distinguirse. Y el cielo estaba lleno de ellas.
La Vía Láctea es una tenue banda de luz nebulosa que rodea el firmamento. Se hicieron muchas especulaciones acerca de su naturaleza. Podía ser un puente utilizado por los dioses para viajar de la Tierra al Cielo o viceversa. Demócrito sugirió que la Vía Láctea era un conglomerado de numerosísimas estrellas que, individualmente, eran demasiado pálidas para ser vistas. Desde luego, se trataba de una mera suposición.
Sin embargo, en 1609 Galileo escuchó rumores acerca de la construcción de un telescopio en los Países Bajos el año anterior. Una vez se hubo enterado, no le costó mucho idear él mismo uno de esos instrumentos, y por primera vez lo enfocó al cielo.
Cuando miró hacía la Vía Láctea, observó que, en efecto, estaba compuesta por una miríada de pálidas estrellas, lo que demostraba que Demócrito estaba en lo cierto.
Pero hacía cualquier lugar que mirase, Galileo veía estrellas que sin el telescopio eran demasiado borrosas para distinguirse. Y el cielo estaba lleno de ellas.
LUNA:
Galileo también observó la Luna a través de su telescopio. Percibió que tenía cráteres, montañas y zonas oscuras que él creyó mares. Por eso continúan llamándose así. Resultó obvio que la Luna no era un globo celeste con luz propia sino que se trataba de un mundo que, en ciertos aspectos, se asemejaba a la Tierra. La noción aristotélica de que los cuerpos celestes poseían una estructura diferente de la terrestre recibió un duro golpe.
Galileo también observó la Luna a través de su telescopio. Percibió que tenía cráteres, montañas y zonas oscuras que él creyó mares. Por eso continúan llamándose así. Resultó obvio que la Luna no era un globo celeste con luz propia sino que se trataba de un mundo que, en ciertos aspectos, se asemejaba a la Tierra. La noción aristotélica de que los cuerpos celestes poseían una estructura diferente de la terrestre recibió un duro golpe.
Historia y cronología de la ciencia y los descubrimientos "Isaac Asimov".
Actividad:¿Por qué crees que el peso es diferente aquí en la Tierra que en la Luna?
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